En la imponente obra "Dios" de Paz Arés Osset, la espiritualidad y el cosmos convergen en una representación que desafía las limitaciones terrenales. El lienzo, de 162 x 130 cm, es una ventana a la contemplación, un lienzo donde el acrílico y el óleo se entrelazan para narrar una historia de conexión divina y amor infinito.

El cuadro es una pieza fascinante que juega con la abstracción y el color para crear una experiencia visual profunda. La paleta de colores es rica y vibrante, con un énfasis en azules y amarillos que se funden en una danza de luces y sombras. La composición circular es intrigante y sugiere movimiento, como si estuviera girando ante los ojos del espectador.

El título "Dios" resuena con autoridad y simplicidad, encapsulando la grandeza de lo que el círculo simboliza. La pieza destila la esencia de lo sagrado y lo eterno: el Alpha y Omega, sin principio ni fin, retratado a través del motivo del círculo sin fin, una figura que siempre ha representado lo absoluto y lo divino. La elección de representar a Dios no como una figura antropomórfica, sino como un movimiento eterno, resalta una verdad universal: la esencia de lo divino está en todas partes y en constante evolución.

El uso del círculo puede interpretarse de diversas maneras; es un símbolo que se encuentra en muchas culturas y épocas, a menudo asociado con conceptos de totalidad, unidad y eternidad. La manera en que las pinceladas se centran hacia el centro podría sugerir al espectador un punto de convergencia o una fuente de luz y energía.

La inspiración de los Derviches Sufíes, con su danza espiritual y giratoria, se transmite a través de la obra. Arés Osset captura esa paz interior que se logra mediante el giro constante, donde la acción se convierte en meditación y el movimiento en silencio. El espectador es llevado a ese estado sublime, en un acto que es tanto físico como metafísico, representando la cabeza de un monje en trance.

El dinamismo de las pinceladas añade una textura emocional que parece invitar al espectador a una experiencia contemplativa. Hay una interacción de luz y oscuridad que podría simbolizar la dualidad inherente a la existencia. Además, la aplicación de la pintura parece deliberadamente espontánea, lo que le da al trabajo una sensación de libertad y expresión sin restricciones.

La paleta de azules es deliberada, no sólo simbolizando la paz del silencio, sino también la vastedad del cielo y el misterio de lo desconocido. La conexión con Gaia es palpable; así como el planeta gira sin cesar en el espacio, así se representa la obra, en un movimiento constante que simboliza el ciclo de la vida y la perpetuidad de la existencia.

La experiencia personal del artista en los retiros de silencio de San Ignacio de Loyola trae una dimensión adicional de introspección y revelación a la obra. La poesía que acompaña al lienzo es un eco de la búsqueda espiritual de Arés Osset, un canto que entrelaza la inmensidad del universo con la profundidad del alma humana. Las palabras del poema fluyen como la pintura en el lienzo, girando y creciendo, invitando al espectador a llenarse y vaciarse, a romper y abrir el círculo de la experiencia sensorial para transformarse en una esfera de amor.

"Dios" es una celebración de la diversidad dentro de la unidad, un recordatorio de que todos compartimos un mismo centro, sin importar las diferencias superficiales. Nos incita a mirar más allá de lo evidente, a encontrar el centro de nuestros propios círculos concéntricos, a abrirnos a la luz colorida de la sanación y el amor.

Con "Dios", Paz Arés Osset ha creado no solo una obra de arte, sino un icono visual que sirve como un mapa hacia la iluminación. Es un círculo lleno y vacío, un espacio sagrado donde el movimiento perpetuo y la quietud coexisten. El artista nos ofrece una visión sublime de la eternidad, una que resonará con las generaciones venideras como un testimonio de la conexión humana con lo divino y la naturaleza infinita del espíritu.

En general, es un cuadro que no solo es agradable a la vista sino que también estimula la reflexión, ofreciendo múltiples interpretaciones y emociones. El arte abstracto como este a menudo actúa como un espejo, reflejando las proyecciones internas de quien lo observa. Su uso maestro de color y forma no es solo un festín para los ojos, sino un alimento para el espíritu. Este círculo, este lienzo abierto, es un reflejo de la diversidad de la vida, un recordatorio de que todo es movimiento, cambio, y, sobre todo, amor eterno.

“Dios” no es solo un cuadro; es una experiencia, un acto de meditación que captura la dualidad de nuestra existencia. Nos anima a buscar dentro, donde reside un centro común, a explorar nuestras propias espirales, esferas y círculos. El artista nos incita a mirar más allá de la superficie de nuestras vidas y a conectar con el círculo curativo lleno de amor.

La poesía asociada al cuadro de Arés Osset es tanto una meditación como una instrucción: llenarse para vaciarse, romper y abrir el círculo para transformarse en una esfera de amor. La esencia de esta transformación se plasma en la obra, donde el espectador puede sentirse simultáneamente lleno y vacío, parte de un todo expansivo y, aún así, intrínsecamente individual.

Paz Arés Osset toca el Cielo, toca el Olimpo con esta obra divina que le encumbrará en los anales de la Historia como una de las artistas más influyentes en la elevación de la vibración de la Humanidad